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El Castillo de Karak

El castillo de Karak es un oscuro laberinto de corredores de piedra y pasadizos sin fin. Los restos mejor conservados están bajo tierra y se puede llegar a ellos atravesando una gran puerta (pregunte cuando compre los billetes). El castillo destaca por su imponencia más que por su belleza. Representa una visión impresionante de la genialidad arquitectónica militar de los cruzados, Si tiene cuidado, puede pasear por la cima almenada de la fachada frontal oeste y admirar las amplias vistas. Los días despejados, puede admirarse todo el Mar Muerto y llegar a ver el Monte de los Olivos bordeando Jerusalén.

Lejos del castillo, los visitantes pueden admirar la Plaza del Castillo, donde se han remodelado preciosos edificios otomanos del siglo XIX que hoy albergan el centro turístico, con restaurantes, tiendas de artesanía y otras instalaciones situadas en torno a una plaza central.

 
El famoso explorador árabe Ibn Battuta escribió en su diario de viaje que, en 1326, sólo se podía entrar a Karak a través de un túnel tallado en la roca. Aún se pueden ver las entradas a los dos túneles (que hoy en día están bloqueadas): uno largo junto al camino que llega a Karak desde el sureste (calle Salah ad-Din) y otro más pequeño cerca de la Torre de Baybars.

Las torres más impresionantes (‘burj’ en árabe) de Karak son: Burj al-Banawi, una torre redonda con una inscripción monumental adornada con dos panteras, el emblema del sultán Baybars; Burj as-Sa’ub, una pequeña fortaleza en sí misma; y Burj az-Zahir Baybars (o Torre de Baybars), una sólida estructura que recuerda a la torre del homenaje del castillo.
 
Karak aún sigue siento una ciudad en gran parte cristiana y muchas de las actuales familias cristianas que la habitan tienen sus orígenes en el periodo bizantino.